Texto publicado en Amazon
Cuando hace algunos sexenios, uno de los gobiernos mas fraudulentos que se recuerden, en una muestra vergonzosa de cinismo, lanzo la campaña "La corrupción somos todos", era claro que el calificativo se aplicara sin cortapisas no a todos, sino a quienes ostentan un cargo publico en México. Los políticos opositores de viejo y nuevo cuño hacían gala discursiva, desde entonces, de una supuesta integridad moral que los volvía inmunes a la deshonestidad y al robo. Sin embargo, ahora toda esa parafernalia verbal es duramente cuestionada. La familia presidencial lo hace con documentos y pruebas fehacientes.
LA FAMILIA PRESIDENCIAL
Anabel Hernández y Arelí Quintero
Dos son los motivos que guiaron a las periodistas autoras del libro en su minucioso trabajo de investigación: el tráfico de influencias que su posición le ha permitido y, como producto, el inexplicable enriquecimiento de la llamada familia presidencial. Un subproducto de esa conducta ha sido el derroche del dinero público. Por más que la crítica de opinantes, académicos, políticos y ciudadanos comunes se ha volcado en la conducta frívola de la pareja que ocupa la residencia oficial de Los Pinos, ni el Presidente de la República ni la Primera Dama han hecho mayor esfuerzo para ocultar lujos y caprichos, sobre todo de ésta última y sus hijos; al contrario, han querido hacer ostentación de los mismos. Esa conducta se ha vuelto lugar común y festín de los caricaturistas. Cobra sin embargo otro sentido cuando se la documenta y explica con una lógica fácil de entender. Al cabo, lo más lesivo que se desprende de los hábitos de Vicente Fox y Martha Sahagún –y como consecuencia de numerosos miembros de su familia– es en haber renovado con puntos y comas la perniciosa cultura que implantó el antiguo régimen. Ellos que, como los demás panistas, juraron hace unos meses un código de ética.
Si usted es de los que cree en el discurso de transparencia y honestidad del autodenominado gobierno del cambio, si es de los convencidos de que Vicente Fox es un hombre a quien no le han permitido hacer nada, si se enternece cada vez que Vicente y Martita se besan en público y le encanta leer los detalles de su “historia de amor”, si se le anegan de lágrimas los ojos cada vez que la primera dama sale a defender a sus hijos, no lea este libro, porque no lo dejará creer más en eso.
Este trabajo es el resultado de una rigurosa investigación periodística concerniente al matrimonio Fox-Sahagún, sus hermanos, hijos, sobrinos y amigos. Todos ellos conforman lo que en el foxismo puro se denomina la familia presidencial, aquellos que en este sexenio han compartido el poder y lo ejercen. Aquí se documenta cómo, durante la administración foxista, los integrantes de la familia presidencial han acumulado una fortuna inexplicable, luego de haber iniciado la administración en evidente bancarrota personal. Mientras la mayor parte de los trabajadores y empresarios mexicanos han intentado sobrevivir a una apretada situación económica, la familia vive los mejores años de bonanza en su vida.
A lo largo de cinco años hemos recopilado datos, información y cualquier pista que dé una explicación acerca de la metamorfosis económica de la familia presidencial. Algunas dudas fueron resueltas, mientras que otras son asuntos que sólo ellos deberían responder en una auténtica rendición de cuentas, de cara al cambio que pregonan.
Ejemplos de la mutación casi milagrosa hay muchos: el hijo mayor de Martita hace apenas cinco años pepenaba basura, pero hoy vuela en un Lear Jet y construye lujosísimos conjuntos residenciales. Martha Sahagún hace ocho años tenía que pedir préstamos como empleada del gobierno de Guanajuato para hacer frente a sus necesidades económicas y hoy viste costosísimos trajes Chanel y suntuosas joyas. Hace cinco años, Fox tenía en San Cristóbal una casa desvencijada que hoy ha sido transformada en hermosa residencia de cantera y finas maderas… Ésta es la historia de La familia presidencial: el gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción.
En el año 2000 Vicente Fox no tenía dinero. La mañana del 2 de julio de aquel año, como no había agua, el candidato y sus hijos se fueron a bañar a casa de doña Mercedes Quesada, en la hacienda de San Cristóbal. Con el estómago vacío, salieron juntos a votar. Después, el candidato voló en un jet privado a la Ciudad de México acompañado por toda su familia. Arribaron a la sede del PAN, de la cual saldría más tarde a festejar en el Ángel de la Independencia su contundente triunfo. Aquella noche sobre Paseo de la Reforma hubo un grito unánime: “¡No nos falles!”
A los pocos meses se comenzó a ver de qué estaba hecho el hombre que sacó al PRI de Los Pinos. De pronto comenzó a vivir rodeado de lujos y comodidades, muchos de ellos de origen inexplicable. Su primer acto consistió en gastos millonarios con cargo al erario público para remodelar las cabañas en las que viviría el jefe del ejecutivo y sus cuatro hijos. Aparte de este gasto, se compraron toallas de más de 4 mil pesos cada una, juegos de sábana de más de 38 mil pesos, muebles de hasta 55 mil pesos y tapetes de 86 mil pesos.
Apenas cumplía un año en el poder, cuando su rancho de San Cristóbal terminaba de remodelarse completamente. Se cambiaron techos y paredes, los muros fueron sustituidos por columnas de piedra tallada. En las recámaras se metió duela de madera. La habitación del presidente se amplió, con un baño de mármol blanco. El viejo gimnasio quedó totalmente renovado. Debajo de la casa se construyó un amplísimo salón de juegos de puro mármol. Con la magia de la arquitectura construyeron una amplia alberca con jacuzzi. Entre los trabajos de remodelación también se arregló la cancha de tenis y se pavimentó el acceso desde la carretera. Atrás de la residencia principal se levantó un chalet de dos pisos para huéspedes, totalmente independiente. Y donde estaban las caballerizas se edificó una casa para los elementos del Estado Mayor Presidencial que custodian la propiedad. Los trabajos de remodelación en el “rancho oficial” del jefe del Ejecutivo no se limitaron a la construcción, sino también al diseño de interiores. La fabulosa transformación del rancho oficial del presidente es “el milagro de San Cristóbal”.
Los actos de la primera dama han sido no menos notables. En un reportaje de El Universal de septiembre de 2004 se revela:
Con la reina Sofía de España comparte el encanto por las prendas de Escada, cuyo valor en el mercado va de los 10 000 a los 40 000 pesos. Con la princesa Carolina de Mónaco y su majestad Rania de Jordania, la debilidad por los trajes y accesorios de la casa Chanel, de entre 11 000 y 67 000 pesos cada prenda. Y del estilo de Lady Di ha copiado una selecta joya de Tiffany, el open heart de oro amarillo de 18 kilates, con valor de 12 000 pesos.
Es el fashion de Martha Sahagún, la esposa del presidente Vicente Fox, que declara a las revistas de moda: “compro lo que me queda y me gusta”.
En tan sólo dos años, del 2 de julio de 2001 al nueve de julio de 2003, el presidente Vicente Fox y su esposa Martha Sahagún han gastado del presupuesto federal en atuendo de gala y vestuario en general 898 830 pesos, según datos oficiales de la Presidencia de la República…
Hace por lo menos dos años el hijo mayor de Martha Sahagún vivía en una pequeña casa en León. En aquella ciudad aseguran que el manual del nuevo rico dicta tres condiciones elementales: contar con un buen cirujano plástico, tener a Humberto Artigas de arquitecto y vivir en la colonia de mayor tradición y abolengo: Residencial Club Campestre. Allá emigró el hijo mayor de la primera dama. Sin la más mínima experiencia en el ramo de la construcción, Bribiesca Sahagún ha incursionado exitosamente en el negocio. El primogénito de la primera dama extiende su imperio constructor en Guanajuato, sin que nadie pueda explicarse qué le da tanta liquidez.
No hay forma de explicar de dónde la familia Sahagún ahora tiene tantos recursos cuando estaban quebrados y las pruebas están ahí, cuando participan en la toma de bancos. Ahora todas sus cuentas están saneadas, lo cual no deja más que pensar que los hermanos de Martha lavan dinero.
Vicente Fox Jr. Siempre fue un mal estudiante que apenas terminó la preparatoria en el sistema abierto, pero no se queja, pues a sus 23 años es un hombre de éxito, con una enorme residencia en uno de los fraccionamientos más exclusivos de la ciudad de León y varios automóviles de lujo. Su historia es quizá la mejor muestra de la rápida evolución económica que han tenido los integrantes del clan Fox, desde que Vicente asumiera la presidencia hace ya casi cinco años. En la pequeña ciudad de León, las cosas no pasan inadvertidas. Así como llama la atención la repentina bonanza de los hijos de Martha Sahagún, también destaca la acelerada prosperidad del hijo y de los hermanos del jefe del Ejecutivo.
El Grupo Estrella Blanca cobijó a Vicentillo —como le llaman sus más allegados—, del mismo modo que apoya las acciones filantrópicas de Martha Sahagún en la fundación Vamos México. Los empresarios de otras líneas de transporte denunciaron que cómo era posible que a ellos, con muchos años de trabajo, les hubiera costado tanto conformar sus flotillas de autobuses y cómo el hijo del presidente lo consiguió “de la noche a la mañana”, eso sin contar con su cortísima edad y su falta de estudios y experiencia para los negocios.
Estrella Blanca, empresa en la que Vicente Jr. tiene intereses, ha sido favorecida este sexenio con importantes contratos del gobierno federal, por un monto de más de 290 millones de pesos.
Ana Cristina Fox es la mayor de los hijos del presidente. Le encantan las fiestas; será por eso que desde que inició el sexenio no cesa de aparecer en las revistas Quién y Caras, especializadas en la cobertura del jet set mexicano. A los reporteros que cubrieron las actividades de la campaña electoral de 2000 llegó a decirles: “A mí lo que me gusta es el desmadre”. Disfruta las facilidades de ser hija de Fox y hoy día trabaja en el departamento de relaciones públicas del hotel Camino Real, propiedad de Olegario Vázquez Raña, uno de los mejores amigos de su madrastra, Martha Sahagún. Pese a su trabajo en la Ciudad de México, Ana Cristina no restringe su participación en las giras de su padre por el mundo.
Durante el año 2000, mientras Vicente Fox competía por la presidencia de la República, sus hermanos pasaban por una de las peores crisis económicas y legales. Un pariente político comentó que en la familia existe una cultura del despilfarro y suelen gastar más de lo que tienen. En octubre de 1999 salieron a relucir las precarias finanzas de la familia Fox Quesada y sus múltiples adeudos con el Fobaproa. Dicha familia también tenía débitos con seis bancos privados que ascendían a cerca de 12 millones y medio de dólares.
Cuando terminó la campaña de Vicente Fox, las finanzas y la reputación de las empresas de la familia Fox Quesada estaban por los suelos. Sólo un milagro podía salvarlos, y los milagros llegaron. ¿Cómo pueden gozar ahora de una posición económica bastante acomodada si estaban tan mal hace apenas cuatro años? —comentó un amigo de la familia—.
El hermano mayor del presidente tiene una gran ascendencia sobre éste y mucha más cercanía con el resto de sus hermanos. De hecho, José Luis fue el único familiar de Vicente Fox que asistió a la secreta boda con Martha Sahagún, llevada a cabo en una de las cabañas de Los Pinos. José Luis Fox Quesada hoy vive en una hermosa residencia de nueve millones de pesos, según el mercado inmobiliario de la zona. El hermano más cercano del presidente no sólo ha sido favorecido por los recursos públicos de Procampo, sino también ha gozado del privilegio de viajar en las comitivas de hombres de negocios de las giras presidenciales.
La primera dama es el personaje más conspicuo de la familia presidencial. Su mejor pretexto para tener el contacto con los empresarios más poderosos del país fue su fundación Vamos México, creada el 21 de septiembre de 2001 y en cuyo consejo directivo incluyó como asociados honorarios a diez de los empresarios más prominentes del país, como Amparo Espinoza Rugarcía, Carlos Slim, Manuel Arango Arias, María Asunción Aramburuzabala, Emilio Azcárraga Jean, Alberto Baillers, Valentín Diez Morodo, Roberto González Barrera, Alfredo Harp Eliú y Roberto Hernández.
Sin perder tiempo, la primera dama se dedicó con éxito a la caza de donativos. En un tiempo récord, comparado con cualquier fundación nueva, tuvo entradas millonarias de todo tipo de empresarios y políticos. La lista de donadores de la fundación dejó a muy pocas empresas mexicanas a salvo de la seducción de aportar recursos a la esposa del presidente. Los donantes fueron conocidos públicamente en febrero de 2004 a raíz del escándalo provocado por el rotativo londinense Financial Times, que reveló un manejo poco transparente de los recursos recaudados para los más necesitados.
De manera paralela al nacimiento de Vamos México, en 2001 la Lotería Nacional creó el controvertido fideicomiso Transforma México, desde el cual presuntamente se triangularon recursos a la fundación de la primera dama con donativos a empresarios, que luego los regresaron a la Vamos México de Martha Sahagún en forma de aportaciones para la filantropía.
A Matha Sahagún la impulsan no sólo las relaciones políticas o empresariales que ha hecho en su corto tiempo como primera dama. De acuerdo con integrantes del equipo foxista, ella no ve los límites políticos dentro de la Presidencia de la República porque conformó un equipo que, lejos de hacerle ver sus errores, la alienta con la idea de que puede conseguir casi todo lo que quiera, incluso sustituir a su esposo en el cargo.
No hay que extrañarse: éste es el gobierno del cambio, en el cual se enredan las relaciones personales con los ilimitados negocios que ofrece el acceso al poder, en un presunto tráfico de influencias.
No hay que preocuparse mientras sigamos siendo pacientes, comprensivos y tolerantes con el pomposamente llamado gobierno del cambio, en el cual lo único que ha cambiado son las finanzas personales de todos aquellos que son protegidos con el benigno manto de la familia presidencial.
Leer más:
[1] Proceso: Un libro explosivo
Anabel Hernandez, Areli Quintero. La Familia Presidencial: El Gobierno del Cambio Bajo Sospecha de Corrupción. México: Grijalbo Mondadori, 2005. 281 pp. ISBN-10: 968595884X, ISBN-13: 978-9685958844
No comments:
Post a Comment